¡Bendita bicicleta!

En Sevilla ha fraguado el milagro de las dos ruedas, y Santa Cleta es su patrona. Desde este santuario de la bicicleta, en pleno barrio de la Macarena, puede destilarse esa revolución silenciosa que ha transformado en apenas ocho años a la ciudad blanca, cálida y plana. De crisálida a mariposa.

Uno recuerda de niño las insufribles travesías en coche de Sevilla, antes de que se abriera la SE-40, camino de la costa gaditana. Y uno recuerda también el prodigioso reencuentro, hace un par de veranos: pedaleando del parque de María Luisa a las callejuelas de Triana, cruzando el puente sobre el Guadalquivir. Esta no es ya la ciudad donde creció mi madre, que me la han cambiado…

La metamorfosis se inició en 2006, cuando aparecieron los primeros carriles-bici. Los comerciantes, los taxistas y los automovilistas se resistieron tenazmente. Hubo que derribar las barreras del «señoritismo» y plantar cara a la visión rancia de la ciudad sin bajarse del coche. Pero el cambio fue posible gracias al empeño del ex primer teniente de alcalde Antonio Torrijos y al impulso de grupos como A Contramano (pedaleando contra la corriente desde 1987). Y aquí estamos.

Sevilla está considerada ya como la cuarta mejor ciudad de Europa para moverse en bici, por detrás de Ámsterdam, Copenhague y Utrecht y por delante de Barcelona, Berlín o París. La telaraña verde de carriles-bici llega ya a los 170 kilómetros y las bicis públicas (Sevici) se reparten por 260 estaciones. A diario se producen más de 68.000 viajes en bici, casi el 10% del total de desplazamientos en la ciudad, y esto ya no hay quien lo pare (la Junta se ha propuesto ese objetivo todas las grandes ciudades andaluzas de aquí al 2020).

http://www.elmundo.es/economia/2014/07/12/53bfdc21ca4741e24b8b4583.html